Por: Alexandre Schinazi
nov 22, 2016
Eficiencia energética
El uso de indicadores de desempeño en el seguimiento de procesos y proyectos es una práctica fundamental para ayudar a la toma de decisiones, señalar oportunidades de mejora y verificar el cumplimiento de las metas previamente establecidas.
En la gestión del uso de la energía, no es diferente. Sólo es posible medir y comparar las ganancias obtenidas a través de la eficiencia con el uso de indicadores energéticos adecuados.
En este contexto, la práctica más común en el mercado es utilizar el valor de la energía facturada, centrándose en el coste del kilovatio-hora y en las cifras absolutas de consumo a lo largo del tiempo (cantidad consumida por día, por año, por mes, etc.).
De hecho, esta es la forma más sencilla de controlar el uso de energía. Sin embargo, también es uno de los más incompletos: de esta manera, perdemos oportunidades de reducir el consumo a través de análisis más cuidadosos.
Los sistemas de gestión energética, como lo propone la norma ISO 50.001, prevén la definición de un conjunto de indicadores energéticos.
Al adoptar la mejora continua a través del ciclo PDCA (Planificar, Hacer, Verificar, Actuar), la etapa de verificación (Verificar) es una actividad clave que conduce a pautas de mejora.
Un análisis de indicadores inadecuados puede conducir a acciones o errores, estancando el proceso y provocando una pérdida de eficiencia. Además, por supuesto, de generar un trabajo tedioso e improductivo de seguimiento de números sin un propósito.
Esto refuerza la importancia del proceso de elección y personalización de indicadores de eficiencia para el seguimiento y mejora de cualquier tipo de proceso.
Hay cinco pasos cruciales a seguir:
(1) Definición de los objetivos principales del proceso o proyecto,
(2) Comprensión profunda de las actividades que componen este proceso o proyecto,
(3) Búsqueda de indicadores ya desarrollados en el mercado y utilizados en benchmarking
(4) Análisis de los datos ya disponibles y que serían deseables, y
(5) Creación y personalización de indicadores de rendimiento.
La identificación de oportunidades para mejorar la eficiencia energética, incluso empíricamente, pasa por este proceso. En uno de nuestros proyectos, nos contrataron para identificar estas oportunidades con un objetivo muy claro: reducir los costos de electricidad en los centros de datos del cliente.
Esta presentación ya plantea una reflexión: ¿cómo demostramos las ganancias de eficiencia identificadas? ¿Cómo podrá el cliente utilizar nuestro trabajo de la mejor manera posible? ¿Qué proceso de toma de decisiones estamos apoyando con soporte técnico especializado?
En concreto en lo que respecta a los centros de datos, sabemos que gran parte del consumo energético proviene de los sistemas de refrigeración, y que la envolvente de los centros de procesamiento de datos incide en la carga térmica del interior del ambiente. Luego se utilizaron tres indicadores de desempeño.
El primero permite la comparación con el benchmark internacional (conocido como PUE – Power Usage Effectiveness).
Los otros dos fueron personalizados según la realidad del cliente: potencia del aire acondicionado dividida por la potencia de los equipos informáticos (adimensional), y coste de la electricidad dividido por la potencia de los equipos informáticos (R$/kWTI).
Los indicadores permitieron la comparación entre los diferentes edificios en los que se instalaron los data center, y llegamos a lecciones a veces inesperadas: el coste operativo de adaptar estructuras convencionales para albergar data center es mayor que el coste de concentrar los equipos en edificios especializados – ¡incluso si esto significa construir un nuevo edificio dedicado! Procesos de producción. Los indicadores clave de rendimiento (KPI) terminan volviéndose aún más dependientes de su objetivo principal. Al fin y al cabo, se puede optar por medir el consumo energético de la empresa en su conjunto, de un proceso productivo concreto, de un equipo, de una etapa del proceso, de un producto, etc.
La mayoría de los KPI energéticos utilizados hoy en día todavía tienen como parámetro de referencia el tiempo: la cantidad de energía consumida al día, al mes o al año. Este enfoque, sin embargo, no abarca las relaciones de causa y efecto en los procesos energéticos. El resultado de esto es la dificultad de comprender e identificar oportunidades de ahorro.
La experiencia de Mitsidi en la industria del vidrio permitió definir KPI. Comenzamos el proyecto con una revisión energética detallada del proceso de fabricación de vidrio. Allí, nuestra evaluación fue elaborada en 44 medidas de eficiencia y orientada como acciones de gestión a los principales puntos de mejora.
Al analizar los datos de consumo energético disponibles, reportamos la necesidad de implementar un sistema de medición más preciso, de manera que se puedan calcular indicadores personalizados y más precisos.
Para ello se realizó un amplio estudio de investigación de variables para cada etapa del proceso productivo. Estas variables comenzaron a ser monitoreadas y recibieron indicadores adecuados a su dinámica de funcionamiento.
Finalmente, gran parte de los indicadores están normalizados financieramente. Según Hamilton Ortiz, Mitsidi está trabajando para identificar cada vez mejor cómo cada etapa del proceso impacta en el gasto energético final por tonelada de vidrio producido. De esta manera, será posible actuar directamente sobre los residuos, aumentando la competitividad y la sostenibilidad de sus productos.
De nuestra experiencia podemos sacar que elegir buenas métricas conduce a buenos resultados (y a veces inesperados). Seleccionar un conjunto de KPI adecuados y comprobar cuidadosamente los valores obtenidos es un trabajo apasionante y de investigación. Sólo a través de este análisis detallado podremos comprender y racionalizar nuestro uso energético, logrando así una buena Gestión Energética.